martes, 12 de junio de 2012



Cuando la luz del Sol atraviesa las gotitas de agua de las nubes o las gotas de lluvia que caen, se producen efectos ópticos muy interesantes y bonitos. Cuando nos situamos de espaldas al Sol y vemos el arco iris en las gotas de lluvia, los rayos del Sol han recorrido un camino muy complejo. Al atravesar las gotas, la luz se refracta y dispersa en los colores que la componen. Parte de la luz que penetra en la gota se refleja, lo que nos permite ver los diferentes colores que forman el arco iris. Pero si miramos hacia el Sol a través de una capa fina de nubes que contengan gotas de agua de tamaño relativamente uniforme, podemos ver la corona y un color iridiscente. Cuando la luz pasa alrededor de las diminutas gotitas esféricas se producen interferencias o difracciones con bandas de color alternas. Las coronas se ven mejor con la luz de la Luna que con la del Sol; no sólo porque sea peligroso mirar directamente al Sol, sino porque su resplandor mitiga el efecto de la corona. La iridiscencia aparece en formas irregulares de color en las nubes medias próximas al Sol o la Luna. De hecho, es una corona imperfecta, pues se forma por el mismo proceso de difracción de la luz en las gotitas de agua. Carece de la simetría de la corona y por eso aparece en formas irregulares o bandas de color. Los arco iris han despertado la imaginación a lo largo de la Historia, y normalmente se los cargaba de significado religioso debido a su aparición periódica en el cielo. No se llegó a una explicación científica hasta finales del siglo XVII. Isaac Newton demostró que cuando un haz de luz era refractado a través de un prisma de cristal, se descomponía en un espectro de colores. Así dedujo correctamente que la luz blanca era la combinación de todos los colores en el espectro visible.
Arco iris doble: En el arco iris principal la banda interior es azul, mientras que en el segundo la secuencia de colores está invertida.


La ebullición: es el proceso físico en el que un líquido pasa a estado gaseoso. Se realiza cuando la temperatura de la totalidad del líquido iguala al punto de ebullición del líquido a esa presión. Si se continúa calentando el líquido, éste absorbe el calor, pero sin aumentar la temperatura: el calor se emplea en la conversión de la materia en estado líquido al estado gaseoso, hasta que la totalidad de la masa pasa al estado gaseoso. En ese momento es posible aumentar la temperatura de la materia, ya como gas.
Este proceso es muy distinto a la evaporación, que es paulatino y para el que, en altitudes superiores, la presión atmosférica media disminuye, por lo que el líquido necesita temperaturas menores para entrar en ebullición.











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